Álvaro fue uno de mis mejores amigos, hasta que se cruzó en nuestra amistad un quítame allá esa plaza y quiso dejar sin el sustento a mi sobrina. Es inteligente, pero le falta la mala leche suficiente para triunfar en este mundo. ¿He dicho mala leche? Quería decir instinto asesino.
Qué decir de mi mismo, sin que suene a megalomanía. Seré modesto y diré que sólo soy un producto de mi tiempo y de mis circunstancias. Eso sí, un buen producto. Tengo un hijo a punto de acabar la carrera, una esposa cariñosa (últimamente, demasiado), y soy catedrático de universidad, de los de antes, de los que saben qué es el respeto y cuánta sangre hay que derramar para conseguirlo.